En los últimos meses ha saltado al firmamento internacional del panorama enológico patrio la figura de Benjamín Romeo, gracias sobretodo al resorte mediático de las altas puntuaciones otorgadas por The Wine Advocate para con su Contador 2004, aunque ya su trabajo anterior le había hecho ganar toda la notoriedad posible como enólogo de una de las marcas de referencias en la renovación de
Hecha la presentación de la figura, bajemos a la tierra. Sólo he tenido la suerte de compartir copas con él en una pequeña cata organizada en Lavinia-BCN por allá el 2004, dónde apreciamos unos cuántos rasgos, seguramente superficiales, de la personalidad del señor Romeo. Nunca he tenido la capacidad de psicoanalizar a la gente, pero en esas dos horas Benjamín se mostró sin ataduras, franco y directo, sin miedo a utilizar argumentos en sus explicaciones, a veces un tanto simplistas, pero efectistas, como cuando nos justificó, sin utilizar ningún criterio objetivo, la facturación de un alto precio para sus creaciones, o la intrínseca diferencia entre el uso de una viticultura biológica o tirarse de cabeza a la biodinámica, que por cierto va aplicando en las labores de cultivo dentro de sus parcelas en San Vicente de
El trabajo de Romeo en bodega suele iniciarse, previa a la vinificación, con una mesa de selección de fruta que le permite escoger la mejor uva, soliendo fermentar la fruta utilizando depósitos troncocónicos, aunque para algunas de sus cuvées utiliza barricas de Allier abiertas, a temperatura no excesivamente elevada y aplicando cierto porcentaje de fruta que realiza maceración carbónica. El porcentaje de mosto empleado varía según las cuvées. Las barricas de roble para la crianza son nuevas para todos sus vinos, excepto para el Predicador, aunque suele usar un nivel de tostado suave y grano fino. Y es que Benjamín Romeo es un verdadero equilibrista en el uso de la madera.
El Predicador 2004 se define de un intenso rojo picota, mostrando buen balanceo y capa alta. Su nariz inicialmente se muestra floral, fragante, pero con la aireación van apareciendo los trazos de moras, no excesivamente maduras, redondeadas por notas torrefactadas muy aromáticas, surgiendo atisbos de especias. Nariz correcta, pero no excesivamente compleja. Su boca presenta una textura sápida, granulosa y algo angulosa, voluptuoso en densidad, pero no pesada, aunque se muestre algo desequilibrada con la acidez. Su nivel de alcohol parece integrarse en el conjunto. Final agradablemente amargo, muy adecuado para acompañar un buen chuletón a la brasa, 88 PF.
Un Rioja más que interesante que por 17 euros en tienda (mi botella salió de L’Ànima del Vi), puede ser una adecuada selección en un restaurante, ya que parece que esta inicial añada tuvo una mejor distribución en hostelería que en tiendas. Su distribuidor en Barcelona es Vila Viniteca.
Estupendo artículo y estupendo vino. Lo que no cuentas es que el vino se llama así por estar dediacado al personaje de Clint Eastwood en El Jinete Pálido, motivo por el que aparece un sombrero en la etiqueta.
ResponderEliminarGracias Nopisto por que desconocía el motivo del nombre, pero a estas alturas, con el caso Gallocanta a la vista, tampoco me sorprende mucho.
ResponderEliminarSaludos.
Probamos el predicador hará un mes y medio o así, la verdad es que es una forma interesante de poder probar la forma de trabajar de Benjamín y si te gusta pues poder atreverte con los vinos que requieren un desembolso mayor. También probamos el proyecto Matador que elaboró junto con Miyamoto y he de comentar que me gustó bastante también y ronda los 35€ aunque se supone que es de una parcela a parte... Pero bueno siempre es bueno probar varias cosas para saber como trabaja una persona
ResponderEliminarParece un vino interesante, quizá me haga con una botella para probar. Lo que no pienso hacer es pasar por caja con sus otros vinos. Serán buenos pero se le va la olla con el precio.
ResponderEliminarBienvenido Vins i mès.
ResponderEliminarMenos Contador creo haber probado todos los vinos de Benjamín (pero no todas las añadas), curiosamente siempre en catas, y siendo sincero, sólo La Viña de Andrés Romeo 2001 me ha llegado al alma.
De su etapa en Artadi, guardo un gratísimo recuerdo del Pisón 96, al que he podido ir siguiendo durante cierto tiempo, ya que pude conseguir unas cuantas botellas por 5000 pesetas cada uno (¡qué tiempos aquellos! Me parecía carísimo).
Encantadísimo, el otro día vi que lo tenían en carta en el Shanghai. De las tres veces que he comido con él, dos han sido en un restaurante. La última vez en el Gresca. Desconozco como ha salido el 2005, pero parece más fácil de conseguir.
Saludos a ambos.
Tuve la suerte de probarlo en la Taberna Laredo de Madrid un lugar que os recomiendo; me pareció un vino excelente que se puede tomar en un restaurante a un precio aceptable
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