Sesión con el Hermitage Blanc Chante-Alouette, sorpresa incluida.

Aunque esta cata nació con la idea de ver cómo evolucionaba un Hermitage blanc de una sola parcela, en este caso Chante-Alouette, a lo largo de cinco cosechas diferentes, finalmente se percibió cómo una jornada de disfrute, dónde los vinos brillaron a una gran altura cualitativa. Pero antes de explicarme respecto a los vinos, unos breves sobre este vino de M. Chapoutier, que no se situaría en la cima cualitativa de la mítica colina del Ródano norte, pero sí muestra un gran nivel, en la parte media de la pirámide.


Este cru dónde sólo hay plantada Marsanne se localiza en lo alto de la colina de Hermitage, en uno de los meandros del Ródano, inclinándose sus laderas por encima de Le Méal, de exposición sur y cuyos suelos ricos en loess, están cubierto por arcilla blanquecina. Lógicamente la pendiente de la colina obliga a recolectar las uvas a mano. Seguramente su situación dentro de la colina no sea la mejor, tanto por composición geológica cómo por pendiente, pero el resultado suele ser de los vinos más consistentes de la AOC.

La vinificación se inicia con el prensado del mosto, dando paso a una maceración en frío durante 24 horas, procediendo a un adecuado desfangado. La fermentación, a temperatura controlada, se realiza en cubas, excepto un tercio del mosto, que se fermenta en barricas nuevas de madera y criándolas durante 12 meses. Y los vinos se nos expresaron así:

Hermitage Blanc Chante-Alouette 1998:

Parece que los 11 años de botella no le han dado todo el recorrido posible, junto a su austeridad e intensidad, que parecen indicarnos que su momento aún no ha llegado. Pese a ir mejorando tanto en nariz cómo en boca con el juego de la aireación en copa, si disponéis de alguna botella más, esperaría para disfrutarla más plenamente. Igualmente gran materia a la espera de un mejor momento.

Hermitage Blanc Chante-Alouette 1997:

También situándose en un plano similar al 1998, seguramente con menor materia que su hermano menor. Nariz de buena intensidad, dónde juega más la fruta amarilla que los melados. Su boca también se muestra densa y golosa, con buen recorrido. Un final muy disfrutable.

Hermitage Blanc Chante-Alouette 1995:

Poderoso de visual bastante matizada en evolución. Su nariz se muestra plena, amplia, portentosa, con el equilibrio entre las notas de humo, ceras y especiados, que le dan frescura y profundidad. Por intensidad, seguramente la nariz más epatante. En boca se muestra también muy pleno y placentero, con retronasal aún frutal, incluso roja ácida, perdurando su final de manera deliciosa.

Hermitage Blanc Chante-Alouette 1993:

Visual subida, evolucionada, pero no falta de brillo. Magnífica nariz melosa, poderosamente matizada por el punto de evolución. Seguramente el más fatigado de los vinos, pero no excesivamente evolucionado en contraste, denotando un perfil de mayores amielados, ahumado e incluso, ligeros acetaldehidos no muy pronunciados, que aportan mayor profundidad que defecto. En boca se mantiene en frescura y densidad, incluso nos hace dudar de si hay nexo de unión entre nariz y boca. Aún así, en su perfil, delicioso.

Hermitage Blanc Chante-Alouette 1990:

Menos evolucionado que el 1993, su profundidad aromática y potencia nos hace disfrutar a raudales. Puntos minerales, amielados, ahumados y oxidativos unidos en el perfume, complejo e intenso. En boca densidad matizada, de textura untuosa, pero con un nervio formidable. Seguramente el más complejo de los Chante-Alouette, mostrando una vigorosidad deliciosa y reconfirmándonos las buenas sensaciones de estos Hermitage Blanc.

Y finalmente, la sorpresa de la cata, remate y contrapunto, era una botella del maestro Gérard Chave, que apareciera sobre la mesa. Su origen nace de la unión de las parcelas de Les Roucoles, Peléat, Maison Blanche y L'Hermite, proporcionando un ensamblaje del 85% de Marsanne y el resto Roussanne.

Hermitage Blanc 1988 de J.L. Chave:

Sorprendidos por el rey del ensamblaje de pagos de la colina de Hermitage, nos encontramos con la maestría en nariz, dónde la austeridad de la añada podría ser explicada por un intenso fondo yodado, destacando una fruta sutil y unos puntos de salazón deliciosos. En boca, tanto por densidad cómo por intensidad, equilibrio y complejidad muestra su raza. Sin duda un Hermitage Blanc que se empieza a disfrutarse, después de una fase algo anodina. Bien por el maestro.

Y hasta aquí la jam sesión.

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