Ried Kreutles Loibner Grüner Veltliner 1999 de Weingut Knoll

Tener un blog activo seguramente sea algo obsoleto, dado lo inmediato de las redes sociales, pero te permite explayarte y dar rienda suelta a explicar tus pasiones de manera más ordenada. Sirva pues este post para escribir algunos breves sobre una bodega austriaca que me apasiona y un vino suyo, ya maduro, que me fascinó y me hizo volver a tener ganas de escribir, aunque sea en formato breve.

La Weingut Knoll seguramente sea una de las más icónicas bodegas de Wachau y, aunque sus barrocas etiquetas parecen retrocedernos a centenares de años de embotellados, no es hasta principios de los años 60 que aparecen en el mercado. Lógicamente, se trata de una familia que llevan cultivando la viña desde hace generaciones, trabajando con esmero sus 16 hectáreas de viñedos, repartidas entre los pagos Kellerberg, Loibenberg, Pfaffenberg y Schütt, entre las villas de Dürnstein y Unterloiben, todas cercanas al paso del Danubio por el valle del Wachau.


La parcela Kreutles (a veces escrita como Kräutles) presenta una extensión de 8,82 hectáreas y se sitúa a unos 212-231 metros sobre el nivel del mar, presentando una suave inclinación, con tan solo un 6% de pendiente y una insolación media de 2.379 horas por año.

Los suelos de esta parcela, a los píes de Loibenberg, están compuestos por loess (sedimentos fértiles y calcáreos de origen glacial, transportados por el viento). Suele dar vinos expresivos, de cierta riqueza barroca, sencillos en juventud pero a los que la familia Knoll sabe extraer virtudes de larga guarda.



En cata se trata de un vino de visual amarilla, no excesivamente dorada, brillante y viva. Denso en el movimiento. Presenta una aromática precisa, de magnífica intensidad, dónde los aromas especiados de pimienta blanca, los herbáceos con reminiscencias de hierbaluisa y tila, y la fruta se muestran esplendorosamente abiertos. Cierta madurez frutal bien entendida. Un blanco que muestra enjundias para seguir evolucionando durante mucho más tiempo.

En boca se muestra pleno y maduro. Equilibrado por densidad. Un vino de trago largo. Un blanco para enamorarse de Wachau y de la Grüner Veltliner. 


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