Guímaro, los inconformistas de la Mencía

Llegando a Monforte de Lemos, punto de encuentro con Pedro Manuel Rodríguez, el joven propietario de la bodega Guímaro, no podía imaginarme la jornada que me esperaba ni el paisaje que me aguardaba.

Aprovechamos lo temprano de la cita para conocernos algo mejor, junto a una buena taza de café y así poder pisar sobre el terreno con las ideas más claras. En esa charla, y a pesar que no me gusta hacer juicios de valor, me encontré con un tipo afable, entrañable, con muchísimas ganas de transmitir la pasión por su tierra y por los vinos que allí elabora.

La familia Rodríguez empezó como la mayoría de los viticultores de la zona, produciendo vino para la venta al por mayor y movidos por las ganas de mejorar, elaborando su propio vino embotellado. Para ello no escatimaron en esfuerzos, dando un salto cualitativo con la reforma de sus instalaciones en Sober en el año 1991. En este paso adelante, con los primeros ensayos con el uso de barrica para sus vinos, también contribuyó sobre manera la inestimable colaboración mediática de Raúl Pérez, enólogo de sobrada reputación y cuyo hacer ha dejado buena marca en un buen número de bodegas. En la comarca, con la propia Guímaro y, sobretodo, en Adegas Algueida.


El éxito mediático de los vinos de la Adega, que ha pasado de vender casi toda su producción en un ámbito local a exportarla a más allá de nuestras fronteras, le ha permitido afrontar parte de la reestructuración de las fincas más altas, empleando una empresa especializada del Priorat en la reforma de bancales. Una obra mastodóntica que pronto verá sus frutos.
  
Pero más vale acercarse a los viñedos para comprender la magnitud de la obra. Para ello cogemos el coche y nos dirigimos por unas pistas forestales a un espectacular mirador sobre el río Sil. Es allí dónde por primera vez adivino un paisaje de ensueño. Abruptos cañones, entre frondosa vegetación, contrastando los colores verdes y amarillos de la primavera lluviosa con el oscuro tono de la pizarra. Y entre bancales, viñedos.

Paramos en diferentes puntos de las fincas, desde unos 550 metros de altura en las partes más altas, hasta los 200 metros que hay en la ribera del río. Se trata de pequeñas parcelas sobre suelos pizarrosos-graníticos. Charlamos sobre viticultura, sobre lo sostenible de los métodos empleados, algunos imprescindibles aquí, cómo el uso de herbicida sistemático. Pedro se siente cómodo sobre el terreno, se nota que lo suyo es tratar con las plantas y hacerlo de la forma más orgánica posible.

Me apunto en la libreta 9 hectáreas de viñedos propios, más 14 hectáreas de otros 30 propietarios, sobre los que se tiene un control de viticultura. Y esta es la asignatura pendiente de la zona. La viticultura. Aquí se intentan realizar estudios con variedades autóctonas, pero la Mencía predomina en el viñedo. Eso sí, alguna que otra sorpresa hay entre tanta variedad autóctona, pero eso es ya un pecado guardado en secreto de confesión.

Bodega

Tras la fascinante visita sobre el terreno nos dirigimos a las instalaciones de la bodega de Sober, perdidas en la campiña gallega, reformadas en el año 1991 para poderse adaptar mejor a las exigencias técnicas. Aquí se realiza una vinificación controlada, pero a la vez poco intervencionista.



Gusta en la casa no emplear un marcado uso de madera para sus tintos, intentando retener su frescura para los vinos jóvenes, pero también dotar de elegancia a sus vinos de finca con un ajustado uso de la crianza en barrica. El uso del raspón está bien visto y se intenta emplearlo cuando presenta buenas condiciones de madurez.

Los vinos

Guímaro Godello Blanco: Procedente de los viñedos de Doade, este Godello simplemente es vinificado en acero inoxidable, controlando la temperatura de la fermentación. Aproximadamente una producción anual de 3.000 botellas.

Guímaro Godello Barrica: O GBG. Aquí el Godello se fermenta en barrica usada, previa maceración en frío durante dos días, permaneciendo con sus lías unos 6 meses sin realizar fermentación maloláctica. Producen unas 1.200 botellas al año.

Guímaro Mencía Joven: Verdadero motor económico de la bodega y pulmón de producción. Las diferentes parcelas son fermentadas por separadas en tanques de acero inoxidable, alguna de ellas con raspón, durante 20 días, habiendo previamente macerado en frío durante 6 días. Parte de la producción se deja en tanques y otras pasan a foudres de madera usada, dónde permanecen 6 meses. Se producen unas 48.000 botellas al año.


Las Fincas

Finca Meixemán: Se trata de una finca de 1,2 hectáreas con plantas de más de 70 años, dónde predomina la Mencía, con algo de Caíño. Esta finca se sitúa entre los 400-450 metros de altura y está llena de losa o pizarra. Se fermenta con parte del raspón en foudre de madera y se cría en barricas de roble francés usado entre 12 y 14 meses. Se producen unas 8.400 botellas al año.

Finca Capeliños: Procede de una parcela de 0,60 hectáreas, con plantas de más de 95 años, situadas a unos 350-400 metros de altura, dónde predomina la Mencía de una forma mayoritaria, pero en dónde encontraremos también Caiño y Mouratón. Plantas conducidas por espalderas. Para su vinificación se emplea un 40% de racimo entero y se cría durante unos 12 meses en barricas de roble francés. Una producción anual de unas 1.200 botellas.

Finca Pombeiras: La más alta de las fincas, y también la más pequeña (0,45 hectáreas), situada a unos 450 metros de altura. Una vinificación bastante similar, realizando la fermentación en foudres de madera y pasando a barrica durante 12 meses. Desde su primera vendimia, la del 2010, se producen unas 600 botellas anuales.


La sesión de cata resulta espectacular, teniendo la posibilidad de degustar diferentes lotes de parcelas, tanto vinificadas con raspón cómo sin él, con mayores niveles de madurez y jugando con diferentes maderas. Probamos lotes del 2012 y 2011, y se muestran unos perfiles aromáticos muy frescos, tanto con el juego entre la carga frutal, cómo por lo complejo de las aromas especiadas y las ligeras notas reductivas tan propias de la Mencía.

Sin duda, uno se siente muy cómodo entre vinos con un perfil aromático tan fragante y fresco, haciéndose patente que de esta zona pueden producirse vinos de marcada personalidad, con identidad propia. Vinos valientes, vinos inconformistas.

4 comentarios :

  1. Gracias por el reportaje: rico e interesante como siempre.

    Desconocía (lo mío tiene delito) el hecho que el GBG no hiciera maloláctica...¿esto es una práctica reciente?

    Por otra parte me alegro mucho ya de que sólo se hable del nombre de las fincas y no de nombres en clave como antes...imagino que parte de culpa la tendría también el Consejo Regulador...¿hay más verticalidad en los vinos de alguna finca que en otra?

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  2. Lluis, desconozco si es una práctica reciente, pero la lógica me hace pensar que es por la necesidad de mantener un carácter más cítrico o fresco en la Godello-sur-lies.

    Respecto a lo de los BP1 y B2M sí que se agradece, la verdad.

    Por cierto, ¿eso de la verticalidad es lo que antes llamábamos mineralidad? Me cuesta ver sí alguna de las fincas la muestra más marcada, ya que de por sí, aún no le tengo cogida las medidas a esta variedad. Si te refieres a la pendiente de la ladera, ambas tienen la verticalidad marcadísima.

    Saludos.

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  3. Nicht! uso y seguiré usando la palabra mineralidad (recuerda que en los dibujos animados de superatón ya se citaba al final de cada capítulo: "no olviden supervitaminarse y mineralizarse!").

    Cuando me refiero a verticalidad me refiero a la tensión en sus vinos y sobretodo al paso por boca, más rápido y vibrante.

    Por cierto...en las fincas más que verticalidad existe vértigo puro y duro! ;-)

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  4. Impresionante paisaje. Nada que envidiar al del Douro.

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